En aquellos días un hermano de esos que estudian arquitectura estaba preparándose la cena a altas horas de la noche, mientras dios sacaba el sachet de leche para cortar un café recién salido del infierno (AKA microondas). El hermano, después de condimentar sus pechugas, dejó el limón recién estrujado en la heladera, más precisamente en la zona donde se ponen las bebidas y las cosas altas, como las botellas y los fusiles automáticos livianos, lo que provocó que la devolución del portaleche a su lugar de pernocte se convierta en un trámite tortuoso y contrario a las buenas costumbres. Dios, colorado como pocos, tomó las mitades de limón estrujado de lugar impropio y miró a su hermano diciendo "te los voy a pasar por el glande hasta que te deshidrates de dolor, hijo de una fosa séptica plagada con cadáveres de pu..." pero su hermano estaba enfrascado mirando el canal infinito. y como el canal infinito después de las 12 está bastante interesante, dios le perdonó la vida, por esta vez...