3.2.08

EN BUSCA DEL CARIBE ENTRERRIANO II

CAPITULO II: “LA ILÍADA O LOS BANCOS DEL RIO URUGUAY”

Segundos antes de que el hotel cierre el horario de desayuno, nos parapetamos frente a las últimas medialunas y un café con leche que nos devolvió el alma al cuerpo. El cabezón no tardó en acoplarse a la recarga de energías, y minutos más tarde estábamos frente al río ayudando al Capitán de mar y tierra a bajar la embarcación de la camioneta. Mientras terminábamos de hacer los últimos ajustes, se acercó un paisano azorado ante la nave que tenía ante sus ojos. Contó la anécdota de rigor (en el interior todos tienen una para cada situación – será por eso que mucha gente me pregunta de que pueblo vengo?!) y se subió a la canoa para admirarla de cerca. Y fueron tantos los piropos que le suministró, que en un momentos todos nos miramos y pensamos para nuestros adentros “el viejo se la quiere empomar”. Para nuestra fortuna, sus hijos bajaron una lancha a motor justo a tiempo y el viejo resignado no tuvo otra que bajarse de su amada y emprender un tedioso viaje familiar en la “misma catramina de siempre”.


El Capitán de mar y tierra nos dio algunas indicaciones útiles (cómo se rema, cómo se maneja la vela y qué hacer si nos traga una enorme ballena blanca) y luego de repartir los chalecos salvavidas nos adentramos en el río Uruguay con una formación temible: abajo, el Capitán de mar y tierra; en el medio, el contramaestre andy y Yo; y arriba a luchar solo contra las olas y el viento, el cabezón. Cabe destacar que a pesar de la inexperiencia y juventud del plantel, bajo el mando del Capitán de mar y tierra y con algo de ayuda del viento y la corriente, logramos nuestra primera hazaña en tiempo récord. Así fue como llegamos a los bancos del río Uruguay.


Los bancos suben y bajan según el caudal del río que se modifica constantemente, lo que permite que uno pueda, como en la foto que precede a esta nota, pasar un apacible día en familia sobre una montaña de arena que en cuestión de horas se desintegrará para siempre.


Para tranquilidad de abuelas impresionables, agorabóficos y todos aquellos que no han estado sobre un banco de arena, les confieso que apenas termina el banco no hay una fosa submarina que llega hasta el centro de la tierra, plagada de dinosaurios prehistóricos y sádicos dentistas con snorkel dispuestos a arrancarte las muelas de juicio. Por el contrario, durante varios metros de caminata sólo encontrarán que el agua apenas les pasa los tobillos y algún que otro pescado no más grande que un capuchón de lapicera bic les pues llegar a pasar cerca (si se quedan quietos un ratito). Quizás esta apreciación refuerce la teoría de que Dios es argentino, y que Jesús no caminaba sobre las aguas del mar, sino sobre los bancos de arena del caribe entrerriano.



Después de un rato de festejos, sesiones de fotos y de sacar algo de agua que se había colado en la nave, empezamos a pensar que el banco de arena nos quedaba chico, sobre todo porque además de nosotros había una familia completa con reposeras, heladerita, mate y por la cara del kía, a la suegra enterrada en la arena a modo de ancla. Necesitábamos un nuevo desafío, una nueva isla, un nuevo continente quizás! Pero como habíamos aprendido a remar sólo media hora antes de llegar al banco, bajamos un poco la vara y nos conformamos con la idea de la isla propia. Así que zarpamos con viento y corriente a favor rumbo al lado secreto del caribe entrerriano.
Nos metimos entre dos islas y pasamos del otro lado del río, admirando sobre la derecha la inexpugnable costa de la República Oriental del Uruguay que escupía ramas y arbustos para imposibiliarle a los asambleístas cualquier intento de desembarco revolucionario. A pesar del viento que se había levantado y de la corriente que nos llevaba a velocidad crucero, los ahora viejos lobos de río remamos sin parar buscando el paraíso subtropical que conforman las playas secretas del caribe enterreriano – según indicaciones de nuestro Capitán de mar y tierra, sólo confirmadas a través del google earth (ya que, recuérdoles, estamos en territorio inhóspito, donde nadie ha logrado llegar, quizás temerosos de que alguna andanada de flechas y dardos envenenados de las tribus isleñas los transformen en algún pariente de Hellraiser). Fue así como llegamos a la isla de Lost.

2 comentarios:

Galo dijo...

Buena saga, venia zafando del miedo. Pero cuando vi los pelos del cabezon me julepee mal...

Anónimo dijo...

Sin palabras esto es simplemente....excelente.!!! y nada mas adecuado que I will survive en el video!!!!

Andy.