23.3.08

EN BUSCA DEL CARIBE ENTRERRIANO III



CAPITULO III: “LA ODISEA O EL PLAN B”

Mientras terminaba la sesión fotográfica al mejor estilo “wild on” sobre las costas de la Isla de LOST, notamos que las nubes que se acercaban iracundas y los relámpagos que rajaban el horizonte como cuchillos frente a una grande de jamón y morrones, traían algo más que humedad escondida. Para cuando nos subimos a la canoa, ya habíamos recorrido un largo camino, como verán a continuación, gracias a la cortesía del Google Earth.

Ante la barra brava climática que se nos venía encima, el capitán de mar y tierra nos planteó 2 alternativas:
a) bordear la isla con corriente y viento a favor, subiendo hacia las dunas del caribe entrerriano que teníamos como horizonte.

b) hacer “LA GRAN POSEIDÓN (volver por donde vinimos con corriente y viento, y tormenta eléctrica en contra)

De más está decir que como buenos viajeros argentinos (sin mapa, sin brújula y sin idea de lo que nos esperaba) pensamos hacerla fácil y elegimos bordear la isla que parecía que se hundía bajo el agua a 1km aproximadamente de donde nos encontrábamos. Así que a medida que el viento empezaba a soplar con más fuerza nos internamos nuevamente en el río Uruguay mirando hacia los relámpagos y empezamos a remar: el cabezón en la proa mirando hacia adelante, yo, Andy (que manejaba la vela que nos separaba del cabezón), y en la retaguardia el capitán de mar y tierra que manejaba el remo y los hilos del timón, y como si fuera poco nos decía que hacer y cómo hacerlo (sino nos hubiéramos hundido a los 30 segundos de hacer partido, allá a lo lejos, en el Capítulo I)

Las primeras gotas empezaron a caer y el río empezó a hacer pogo contra nuestra embarcación. El viento caprichoso hinchaba y desinflaba la vela a su antojo y ya se empezaba a sentir la sed, el hambre y las ganas de una ducha calentita. Todos concentrados remando cada vez más cerca de la línea de cota del Uruguay, buscando la ruta más directa y esperando que se terminen de suceder los árboles y la arena acumulada de esta isla que parecía no tener fin. y entonces, cuando llegamos donde pensábamos que la isla nos abría el paso hacia la costa entrerriana, nos quedamos azorados contemplando que la vegetación nos había escondido una gigantesca bahía que seguía partiendo al río en dos hasta vaya a saber donde, y que no estábamos en navegando en medio de la tormenta, sino en una olla de presión que nos iba cocinando a fuego lento, en el mismísimo infierno caribeño. Sabíamos que la isla era grande. Sabíamos que en su interior había una laguna. Lo que no sabíamos era que de punta a punta, nuestra isla de LOST tiene más de 12km de largo. La pregunta del millón es: SI LO HUBIERAMOS SABIDO, HUBIÉRAMOS HECHO LO QUE HICIMOS? Fue ahí, sin Google Earth a mano, cuando el Capitán de mar y tierra nos dio el primer golpe de timón. Fue ahí donde se rindió Rambo, donde se filmó el regreso del Jedi. Fue ahí donde pusimos en marcha el plan B.

Cuando cruzamos hasta la costa uruguaya el río ya estaba más picado que el paredón de fusilamiento de Guantánamo, Cuba. La vela, inmanejable, parecía que nos iba a subir hasta el ojo de la tormenta. El río, ensañado con nuestra nave, nos hacía pensar que estábamos rebotando en una cama elástica junto con 14 elefantes africanos y nosotros, señoras y señores, remábamos por nuestras vidas. Y la lluvia ya no era lluvia, era una ducha con la fuerza de una turbina de avión, y se peleaba celosamente con el río para ver quién le metía más agua al bote en menos tiempo. Era hora de achicar las aguas. Y lo único que teníamos para achicar, era la mitad de un botellita de (auspicia este momento Coca-Cola de Argentina) 600 cm3. Y Andy se puso el equipo al hombro y se encargó de achicar para evitar dejarnos mano a mano con San Pedro. Llegamos a la costa de la isla uruguaya, pero escupía ramas y remolinos anti-ambientalistas imposibilitándonos el desembarco. No había tiempo para pensar, ni sacar fotos, ni para tomar aire. Lo único que se escuchaba eran las gotas que nos escupían del arriba y de abajo. Estábamos rodeados. La adrenalina subía como el caudal del río y nosotros mudos, remando, achicando. El cruce de la isla hacia Uruguay suponía un riesgo extra: los remolinos que se formaban por las corrientes cruzadas entre la isla y la costa nos obligaban a remar más y más y no avanzábamos un metro. Estábamos anclados y el agua subía. El silencio se apoderó de todo. Había que dar otro golpe de timón, había que achicar, había que remar. Había que descomprimir.
"WILSOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOON!!" - grité con todos los pulmones. “WILSOOOOOOOOOOOOON!” y ellos se me quedaron mirando. Yo estaba afónico con el 20cm de agua adentro de la canoa y lo único que hacía era gritar “WILSOOOOOOOOOOOOOOOOOON!”. De repente todos nos empezamos a cagar de risa. Seguíamos remando y achicando. Todos juntos, al grito de “Wilson!”. Ahí nos dimos cuenta de lo que habíamos hecho. “WIIILSOOOOON!”

Ya era nuestro grito de guerra. Todos juntos! “WILSON!” Otra vez! “WILSON!” más fuerte! “WILSON!” Todo nos chupaba un huevo. Estábamos más allá del bien y del mal. “WILSON!” Estábamos solos contra toda la furia de la naturaleza, contra el destino. Estábamos dando vuelta el panqueque donde el destino nos quería comer con dulce de leche. “WILSON!” Estábamos… pasando los remolinos.

Seguimos remando, seguimos achicando, seguimos gritándonos todos, puteándonos, escupiéndonos la oreja, buscando sacar lo peor de lo peor de cada uno, y volcándolo toda nuestra furia en los remos, en la media botellita de 600, en el timón. Pasó a nuestro lado una lancha con motor fuera de borda, y por la cara del pescador que la manejaba corriente en contra y la velocidad pedorra que apenas superaba a los 4 gladiadores que estábamos remando hacía horas, nos dimos cuenta de que nadie nos iba a tirar una soga ni un hueso hasta no tocar tierra firme, o el fondo del río. Y nosotros que ya estábamos más allá del bien y del mal, lo despedimos haciéndole señales para que se apure.

Hacía rato que no se lo escuchaba al cabezón que dicho sea de paso había sido reapodado “MAXI” por el capitán de mar y tierra desde que emprendimos la travesía. “MAXI”, tapado por la vela, agitaba su remo una y otra vez. Y cuando pensé que lo habíamos perdido en el medio de la tormenta, chocamos los remos una vez. Y otra vez, y otra vez también. Chocamos los remos cada 4 paladas más o menos. Él se empezó a quejar de que yo en vez de remar le estaba llenando el bote de agua, pero bien que hacía lo mismo! “Malditos pendejos amateurs” debe haber pensado el capitán de mar y tierra, mientras Andy achicaba el agua que seguía cayendo. Mientras los demás remábamos por nuestras vidas. La tormenta seguía azotando la embarcación, las olas seguían escurriéndose a pesar del desesperado esfuerzo de Andy por sacar el agua que cada vez subía más. Y un mal movimiento colectivo ante una ola grande que nos pegó de costado dejó a la mitad de la botellita de 600 flotando a unos metros del barco. Imposible de alcanzar, por querer tirar el offside nos quedamos todos parados mirando como se iba sola contra nuestro arco. Había que improvisar. El capitán de mar y tierra nos despertó de un grito y luego de sacar del compartimento estanco (sellado a prueba de agua, donde estaban nuestras mochilas y cámaras de fotos) un trapo de piso. Era lo único que nos quedaba. Eso y una botella de agua con un pico del tamaño de un dedo que tardaba más en llenarse que en vaciarse. Eso y una tormenta que se ponía cada vez peor. Eso y un nuevo desafío enfrente nuestro: EL GRAN CRUCE.

Ante la imposibilidad de desembarcar en la inhóspita costa uruguaya (con sus ramas apuntándonos como lanzas y los juncos crecidos que apenas sobresalían entre las olas eran una trampa mortal) nuestra única chance era volver a cruzar el río por la zona de los bancos, volviendo por donde habíamos llegado. Pero la tormenta se había fagocitado a los bancos, a los pescaditos y a la familia que adorna una de las fotos del Capítulo I.

Y si existe algo peor que navegar con tormenta, viento y corriente en contra, la fatiga de remar sin parar durante horas, queridos lectores, es atravesar los 3 km que nos quedaban hasta las Costas de Colón, con todos los percances anteriormente mencionados, golpeándonos sobre un costado de la canoa.

Estábamos tan cerca y a la vez tan lejos. Pero como le dije antes, ya nada nos importaba: nosotros teníamos adrenalina para llegar hasta nueva guinea y volver, 40 veces! A pesar de los choques de remos, a pesar del viento que cambiaba de curso como el más veleta de los veletas que jamás hayan figurado en un triste tango, a pesar de todo seguíamos remando y achicando sin parar. Cada tanto algún “WILSON!” rompía la monotonía de nuestros cuerpos castigados por el clima. Cada tanto alguna ráfaga de viento hinchaba la vela y nos devolvía el alma al cuerpo, a pesar de que las olas seguían castigándonos de costado y el achique se hacía más y más frenético. Bordeamos la zona de los bancos (devenidos en paradores subacuáticos) atravesando varios remolinos de las ambas punteras de isla que nos movían a su antojo, y a pesar de que se nos metieron olas enteras adentro de la canoa logramos mantenerla a flote. Estábamos a 2cm de hundirnos y cualquier movimiento el falso con esa tormenta en ciernes, era un “hasta acá llegamos” definitivo. Pero un guiño del destino nos alivianó la tormenta y el viento empezó a soplar para nuestro lado, como si le hubiéramos contagiado las ganas de llegar a la costa. La vela hinchada nos dio unos minutos de calma. De esa calma chicha. De esa calma que antecede a la tormenta. De esa calma que se desintegra cuando la adrenalina empieza a bajar y los cuerpos extenuados tiemblan porque vuelven a sentir el frío y los corazones bajan sus revoluciones, cuando los músculos se entumecen y te das cuenta de que tu mano más que ampollas parece que tuviera lepra.

Nos quedaba algo más de un kilómetro cuando volvió la tormenta. La vela se iba quedando sin nafta, tiraba a media máquina y de nuevo el río nos agarraba de contra. Volvió la lluvia, volvieron las olas de costado y la corriente iba y venía, perdida. Y en el medio del temporal, mientras tiritábamos de frío y con las piernas acalambradas de hacer fuerza, creo que fue el Capitán de mar y tierra quien sacó su chapa y espetó: “REMEN HIJOS DE PUTA REMEEEEN!!” y no se de donde ni como hicimos pero volvimos a remar como si nos estuviera persiguiendo un Tsunami. “SANTI, ACHICA CON ANDY QUE NOS LLEGAMOS” y largué el remo y empecé a sacar agua haciendo pala con las manos. Si, con las manos sacábamos el agua, así que imaginen que a esa altura ya íbamos a bordo de una bañadera llena hasta el borde. teníamos el mismo nivel de agua de adentro y de afuera. “DALE MAXIIIIII, REMÁ CARAJO!” “ME LLAMO MATÍAS!”- se escuchó del otro lado del bote. “ANDY MOVÉ LA VELA AHÍ” y ahí puso la vela que nos ayudó en el último tramo. Y el agua entraba como guachines colándose en un recital de Patricio Rey. Y nosotros la sacábamos para afuera como si fuéramos los patovas de Tyson. “VAMOS MIERRRRRRRDAS QUE YA LLEGAMOS!” “AAAAAAA!!!” “DALE! DALE! DALEEEEEEEEEEE!”



La tormenta y el río dieron todo lo que tenían, pero se deben haber dado cuenta de que no nos iban a poder hundir jamás, porque de los últimos metros me acue
rdo que no tuvimos que remar. La vela baró la canoa en la arena mientras caía una tenue llovizna. Y apenas pisamos la arena nos pusimos a gritar. Le ganamos con gol de oro en el minuto 119 del adicionado. El gol fue dudoso. La hazaña, un hecho. Esa tarde, en algun lugar del Balneario Norte de Colón, Entre Ríos, no fuimos héroes. Fuimos sobrevivientes. Y SE LO FESTEJAMOS EN LA CARA. ASÍ.






THE END.

5 comentarios:

Galo dijo...

Che, denle tambien el credito que se merecen los brazos de Maxi (?).
SOn hijos del rigor, si no los cagaba a pedos el Gran Capitan se hundian unos a otros en el medio de caudaloso.

Anónimo dijo...

No puedo imaginarme mejores colegas para tamaña travesia, nos tiraron con todo y no nos hundieron! Salud!!!

Andy.

Anónimo dijo...

Santanga!!! Que decir ??

Suprema tu cronica...como la que me morfé el día anterior frente a la costa del Río...que casi nos mata.

Lo leo y me siento devuelta sentado en esa puta canoa, cagado de frío y con el agua hasta los tobillos!!!

Saludos...Maxi

SANTIAGO dijo...

yo espero que algún día el google incluya la condiciones climáticas entre las opciones para los mapas, porque remamos como una legión de esclavos romanos dando la vuelta al mundo, y el muy caradura nos tira que recorrimos 10 miserables km!

CheLo dijo...

Puf! Me agité de sólo leerlo. Muy buena crónica. Para que el nivel del blog no decaiga te tiro posibles aventuras en lñas que pueden intentar escapar de una muerte segura:
- Ir a plaza de mayo con unas cacerolas y agitar al grito de: "Cristina se equivoooooca"
- Meterte en la villa 11-14 vestido de colegiala putitonta y arengar a la muchachada: "Me dijeron que acá todos tienen el pito fláccido"
- Ir a "Almíbar" con tu novia una tarde de sol calurosa y pedirte una grande de muzzarella con morrones.